domingo, 6 de marzo de 2011

Rodrigo Díaz de Vivar El Cid

Rodrigo Díaz (Vivar del Cid, provincia de Burgos 1041-1054Valencia, 1099) fue un caballero castellano que llegó a dominar al frente de su propia mesnada el Levante de la Península Ibérica a finales del siglo XI de forma autónoma respecto de la autoridad de rey alguno. Consiguió conquistar Valencia y estableció en esta ciudad un señorío independiente desde el 17 de junio de 10946 hasta su muerte.

Se trata de una figura histórica y legendaria de la Reconquista, cuya vida inspiró el más importante cantar de gesta de la literatura española, el Cantar de mio Cid. Ha pasado a la posteridad como El Campeador o El Cid (del árabe dialectal سيد sīdi, 'señor'). Por el apelativo «Campeador» fue conocido en vida, pues se atestigua en documentos desde 1098; el sobrenombre de «Cid», aunque se conjetura que pudieron usarlo sus coetáneos zaragozanos o valencianos, aparece por vez primera en el Poema de Almería, compuesto entre 1147 y 1149.

Segundo destierro: su intervención en Levante

Al llegar el Cid a Murviedro, Valencia estaba siendo sitiada por Berenguer Ramón II. Rodrigo, ante la fortaleza de esta alianza, procuró un acuerdo con Al-Mundir de Lérida y pactó con el conde de Barcelona el levantamiento del asedio, que este hizo efectivo. Posteriormente, El Cid comenzó a cobrar las parias que anteriormente Valencia pagaba a Barcelona o al rey Alfonso VI, posiblemente de acuerdo con el rey castellano-leonés.

Sin embargo, en 1088, se produciría un nuevo desencuentro entre el caudillo castellano y su rey. Alfonso VI había conquistado Aledo (provincia de Murcia), desde donde ponía en peligro las taifas de Murcia, Granada y Sevilla, con continuas algaradas de saqueo. Entonces las taifas andalusíes solicitaron de nuevo la intervención del emperador almorávide, Yusuf ibn Tashufin, que sitió Aledo el verano de 1088. Alfonso acudió al rescate de la fortaleza y ordenó a Rodrigo que marchara a su encuentro para sumar sus fuerzas, pero el Campeador, que se dirigió hacia Murcia, no acabó por reunirse con su rey, sin que se pueda discernir si la causa fue un problema logístico o la decisión del Cid de evitar el encuentro. En todo caso, Alfonso VI volvió a castigar al Cid con un nuevo destierro acusándole de traición.

En 1089 el Cid recala en Calamocha. A partir de este momento, planteó su intervención en Levante como una actividad personal y no como una misión por cuenta del rey. En 1090 saqueó la taifa de Denia y después se acercó a Murviedro, lo que provocó que Al-Qádir de Valencia pasara a pagarle tributos para asegurarse su amistad. El rey de Lérida, que veía amenazados sus dominios sobre Tortosa y Denia, se alió con Berenguer Ramón II, quien atacó al Cid, pero el castellano derrotó en Tévar —posiblemente un pinar situado en el actual puerto de Torre Miró, entre Monroyo yMorella— al conde de Barcelona en 1090. Berenguer Ramón II, tras este suceso, se comprometió a abandonar sus intereses en el Levante. Como consecuencia de estas victorias el Cid se convirtió en la figura más poderosa del oriente de la Península, estableciendo un protectorado sobre Levante que tenía como tributarios a Valencia, Lérida, Tortosa,Denia, Albarracín, Alpuente, Sagunto, Jérica, Segorbe y Almenara.26

En 1092 reconstruyó como base de operaciones la fortaleza de Peña Cadiella (actualmente La Carbonera, sierra de Benicadell), pero Alfonso VI había perdido su influencia en Valencia, sustituida por el protectorado del Cid. Para recuperar su dominio de esa zona se alió con Sancho Ramírez de Aragón y Berenguer Ramón II, y consiguió el apoyo naval de Pisa y Génova. El rey de Aragón, el conde de Barcelona y la flota pisana y genovesa atacaron la Taifa de Tortosa, que había sido sometida por el Cid al pago de parias y en verano de 1092 la coalición hostigó Valencia. Alfonso VI, por su parte, había acudido antes por tierra a Valencia para acaudillar la alianza múltiple contra el Cid, pero la armada pisano-genovesa no llegó a tiempo y el rey castellano, al no poder sostener a su ejército sitiador por más tiempo, hubo de abandonar las tierras valencianas.

Rodrigo, que estaba en Zaragoza (la única taifa que no le tributaba parias) recabando el apoyo de Al-Musta'in II, tomó represalias contra el territorio castellano mediante una enérgica campaña de saqueo en La Rioja. Tras estos acontecimientos, ninguna fuerza cristiana se pudo oponer al Cid, y solo el potente Imperio almorávide, entonces en la cima de su poderío militar, podía hacerle frente.

La amenaza almorávide fue la causa que definitivamente llevó al Cid a dar un paso más en sus ambiciones en Levante y, superando la idea de crear un protectorado sobre las distintas fortalezas de la región, sostenido con el cobro de las parias de las taifas vecinas (Tortosa, Alpuente, Albarracín, y otras ciudades fortificadas levantinas) decidió conquistar la ciudad de Valencia para establecer un señorío hereditario, estatus extraordinario para un señor de la guerra independiente en cuanto que no estaba sometido a ningún rey cristiano.27

Conquista de Valencia


Ese verano comenzó a cercar la ciudad. Valencia, en situación de peligro extremo, solicitó un ejército de socorro almorávide, que fue enviado al mando de Al-Latmuní y avanzó desde el sur de la capital del Turia hastaAlmusafes, a veintitrés kilómetros de Valencia, para seguidamente volver a retirarse. Ya no recibirían los valencianos más auxilio y la ciudad empezó a sufrir las consecuencias del desabastecimiento. El estrecho cerco se prolongaría por casi un año entero, tras el cual Valencia se vio obligada a capitular el 17 de junio de1094.6 El Cid tomó posesión de la ciudad titulándose «Príncipe Rodrigo el Campeador»3 y quizá de este periodo date el tratamiento de que derivaría en «Cid».

Tras el verano de 1092, con el Cid aún en Zaragoza, el cadí Ibn Yahhaf con el apoyo de la facción almorávide promovió la ejecución de Al-Qadir (28 de octubre) y se hizo con el poder en Valencia. Al conocer la noticia, el Campeador regresó a Valencia a comienzos de noviembre y sitió la fortaleza de Cebolla, actualmente en el término municipal de El Puig, a catorce kilómetros de la capital levantina, rindiéndola mediado el año 1093 con la decidida intención de que le sirviera de base de operaciones para un definitivo asalto a Valencia.

De todos modos, la presión almorávide no cejó y a mediados de septiembre de ese mismo año un ejército al mando de Abu Abdalá Muhammad ibn Tāšufīn, sobrino del emperador Yusuf, llegó hasta Cuart de Poblet, a cinco kilómetros de la capital, y la asedió, pero fue derrotado por el Cid en batalla campal.28

Con el fin de asegurarse las rutas del norte del nuevo señorío, Rodrigo consiguió aliarse con el nuevo rey de Aragón Pedro I, que había sido entronizado poco antes de la caída de Valencia durante el sitio de Huesca, y tomó el Castillo de Serra y Olocau en 1095.


Ese mismo año, Rodrigo envió a su único hijo varón, Diego Rodríguez, a luchar junto a Alfonso VI contra losalmorávides; las tropas de Alfonso VI fueron derrotadas y Diego perdió la vida en la Batalla de Consuegra.29 A fines de 1097 tomó Almenara, cerrando así las rutas del norte de Valencia y en 1098 conquistó definitivamente la imponente ciudad fortificada de Sagunto, con lo que consolidaba su dominio sobre la que había sido anteriormente taifa de Balansiya.

En 1097 una nueva incursión almorávide al mando de nuevo de Muhammad ibn Tasufin intentó recuperar Valencia para el islam, pero cerca de Gandía fue derrotado otra vez por el Campeador con la colaboración del ejército de Pedro I de Aragón en la batalla de Bairén.

También en 1098 consagró la nueva Catedral de Santa María, reformando la que había sido mezquita aljama. Había situado a un obispo cluniaciense, Jerónimo de Perigord, al frente de la nueva sede episcopal en detrimento del antiguo metropolitano mozárabe o (sayyid almaṭran), debido a la desafección que se había producido entre el Campeador y la comunidad mozárabe durante el sitio de Valencia de septiembre y octubre de 1094. En el diploma de dotación de la catedral de fines de 1098 Rodrigo se presenta como «princeps Rodericus Campidoctor», considerándose un soberano autónomo pese a no tener ascendencia real, y se alude a la batalla de Cuarte como un triunfo conseguido rápidamente y sin bajas sobre un número enorme de mahometanos.30

Establecido ya en Valencia, se alió también con Ramón Berenguer III con el propósito de frenar conjuntamente el empuje almorávide. Las alianzas militares se reforzaron con matrimonios. Hacia 1099 casó a sus hijas con altos dignatarios: Cristinacon el infante Ramiro Sánchez de Pamplona31 y María con el conde de Barcelona Ramón Berenguer III.32 33 Tales vínculos confirmaron la veracidad histórica de los versos 3.724 y 3.725 del Cantar de mio Cid «hoy los reyes de España sus parientes son,/ a todos alcanza honra por el que en buen hora nació». En efecto García Ramírez el Restaurador fue nieto del Cid y rey de Pamplona; asimismo, Alfonso VIII de Castilla era tataranieto del Campeador.



Ausias March

Hijo del también caballero y poeta Pere March y de Leonor Ripoll. Según distintas versiones el lugar de su nacimiento podría ser Valencia, aunque tradicionalmente se le creía nacido en Alicante mientras una tercera versión sostiene que nació en Beniarjó, (pueblo cercano a Gandía). De joven participó en las expediciones que el rey Alfonso V el Magnánimo realizó por el Mediterráneo.

Fue Señor de Beniarjó, Pardines y Vernissa, y halconero mayor del rey de la Corona de Aragón (Alfonso V el Magnánimo). Fue armado caballero en 1419. Participó en la expedición de Alfonso V a Córcega y Cerdeña, y en otras expediciones contra los piratas del Mediterráneo. En 1425 se retiró a sus posesiones valencianas, instalándose en Gandía en 1428. De notar es en este período su relación personal y literaria con el príncipe Carlos de Viana, heredero al trono de Navarra.

A partir de los veintisiete años ya no saldría de su tierra; permaneciendo primero en Gandía, donde se dedicó a la adminstración de sus propiedades, y después en Valencia. Comenzó a escribir en 1430. Tres años más tarde, el infante Juan, Duque de Gandía, confirmó sus privilegios como señor feudal.

En 1437, a los cuarenta años se casó con Isabel Martorell, hermana de Joanot Martorell, autor de Tirant lo Blanch. Dos años más tarde Isabel murió y Ausiàs March contrajo segundas nupcias con Joana Escorna, quien murió en 1443. Sus dos esposas, así como varios miembros de su familia, están enterrados en el Monasterio de San Jerónimo de Cotalba.

Ausiàs March murió el 3 de marzo del año 1459 en Valencia, dejando cinco hijos bastardos pero ninguno legítimo. Fue enterrado en la catedral de Valencia, donde aún puede verse su losa sepulcral, cerca de la Porta de la Almoyna.

Obra

Ausiàs March abandona la tradición de la poesía trovadoresca y su retórica brillante –pero artificiosa y distante– lo que le permite la expresión de la íntima meditación personal de un hombre-poeta que aparece desprovisto de toda ficción y dispuesto a hablarnos de todo aquello que le obsesiona: el amor, las relaciones del hombre con Dios, el dolor y la muerte, el pecado y la virtud. Estos problemas son reales y personales, del mismo modo que lo son las mujeres que aparecen en su obra, que ya no son Beatrices ni Lauras distantes y platónicas –puras ideas con nombre propio–, ni las idealizadas midons –mi dueña– de los poetas provenzales, sino mujeres reales, con sus vicios y virtudes, que son amadas u odiadas por razones concretas y no por un afán de idealización.

La obra de March está constituida por ciento veintiocho poemas. En 1539 se recopilaron 46 de sus composiciones en Valencia, traducidas al castellano por Baltasar de Romaní. Otra edición vallisoletana integrada por 124 poesías fue supervisada por Juan de Resa, capellán de Felipe II en 1555. La traducción de Jorge de Montemayor, que data de 1560, fue impresa en Valencia y posteriormente en Zaragoza (1562) y Madrid (1579). Su obra influyó de forma notable en la poesía Española del Renacimiento.

La mayoría de estudiosos se decantan por clasificar su obra en ciclos temáticos. De hecho, cada uno de estos ciclos forma una unidad de sentido, y se observa una evolución formal y conceptual en los diferentes ciclos, por lo que se ha llegado a considerar su obra completa como un inmenso poema.